La depresión infantil es un trastorno psicológico producido por múltiples causas que se caracteriza por sentimientos de disforia y desesperanza (también irritabilidad en niños y adolescentes), descenso de la capacidad de disfrutar de los acontecimientos del entorno, pensamientos pesimistas, menor realización de actividades placenteras y un aumento de conductas de evitación que pueden llevar al aislamiento social (Sánchez-Hernández, 2012).No existen diferencias entre los niños y las niñas que presentan depresión infantil. Sin embargo, es mayor el porcentaje de chicas, aproximadamente el doble, que presenta depresión durante la adolescencia.La estimación de la prevalencia de la depresión en la población infantil por grupos de edad es de 0,5% para los menores de 6 años, 2,5% para los niños de 6 a 12 años y 6,5% para los adolescentes a partir de 13 años.Identificar su presencia y realizar un diagnóstico de depresión infantil entraña gran dificultad, ya que durante las etapas de la infancia y adolescencia se suceden multitud de cambios en el estado de ánimo, inherentes a dichas etapas evolutivas, que pueden confundirse con trastornos del estado de ánimo.A su vez, en la mayoría de las ocasiones, los niños y adolescentes no se perciben como necesitados de ayuda, no exteriorizan qué es lo que les sucede y finalmente se inicia el tratamiento psicológico cuando el problema ya está gravemente arraigado en la vida del niño o adolescente. Por otro lado, los niños no pueden expresar con exactitud, debido a su insuficiente nivel para expresarse verbalmente, cuál es su sintomatología. Por lo que, para poder realizar el diagnóstico, el profesional ha de poner atención en los aspectos no verbales y en la información que proporciona la familia.
Síntomas de ALARMA (Soutullo, 2005):
Irritabilidad elevada, ira u hostilidad que dificulta la convivencia en casa o hace que los padres tengan que “ceder” constantemente para no provocar conflictos.
Tristeza frecuente o episodios de llanto.
Sentimientos de desesperanza.
Disminución del interés en actividades, o dificultad para divertirse en actividades que previamente eran sus favoritas.
Aburrimiento persistente.
Falta de energía o cansancio.
Aislamiento social o falta de comunicación.
Autoestima baja, sentimientos de culpa o responsabilidad por cosas malas que puedan pasar.
Sensibilidad extrema al rechazo y poca resistencia ante los fallos o errores.
Quejas frecuentes sobre problemas (dolores de cabeza, de estómago, mareos, náuseas …) a las que nos e encuentra causa médica
Ausencias frecuentes de colegio o disminución del rendimiento escolar.
Problemas de concentración.
Cambio importante en los hábitos alimentarios o de sueño.
Conversaciones sobre intención de escaparse de casa.
Pensamientos o expresiones sobre la muerte o intención de suicidarse activa o pasivamente.
La depresión en niños y adolescentes tiene diversas manifestaciones, las cuales dependen de la edad concreta o el periodo de desarrollo en el que se encuentre el niño o adolescente.
Manifestaciones de la Depresión según la etapa evolutiva:
Bebés (0-2 años): Llanto permanente. Pasividad. Disminución del peso corporal. Retraso psicomotor. Inmovilidad o rechazo al contacto.
Preescolares (2-5 años): Ausencia de sonrisa, apatía hacia el juego y falta de implicación en cualquier actividad. Irritabilidad. Problemas de comportamiento. Quejas físicas. Alteraciones en el sueño (pesadillas, terrores nocturnos, despertares, dificultades para conciliar el sueño, reticencia a ir a la cama,etc.). Preocupación por el castigo. Preocupación por el fracaso. Autoagresiones.
Escolares (6-12 años): Deterioro en el rendimiento escolar. Evitación de la interacción con otros niños de su edad. Irritabilidad. Problemas de conducta. Falta de interés y motivación. Tristeza. Aburrimiento. Baja autoestima. Autodesprecio. Autoagresividad. Crítica excesiva hacia uno mismo. Sentimiento de culpa. Problemas atencionales. Ideas, planes e intentos de suicidio.
Adolescentes (>12 años): Retraimiento y aislamiento social. Introversión. Irritabilidad. Rebeldía. Problemas de conducta. Pasotismo. Preocupación por la imagen corporal. Baja autoestima. Sentimientos de desprecio hacia sí mismo. Disminución del pensamiento abstracto. Pensamientos irracionales o distorsiones cognitivas. Ideas, planes e intentos de suicidio.